domingo, 23 de agosto de 2015

Instrucción

por  Caronte Campos Elíseos



En aras de relajarme y despejar la mente, me propuse salir a caminar.  Quería eliminar los recuerdos de la última pesadilla y sanar el estrés post-traumático.  En el recorrido por el pueblo (pueblo casi fantasma) llegué hasta la plaza pública frente a la impresionante iglesia.  Para mi sorpresa estaba repleta de caminantes y jugadores de dominó.  Con cautela me acerqué a una de las mesas donde jugaban cuatro ancianos.  Uno de ellos aparentaba tener 135 años, como si hubiera nacido en el 1880.  De hecho, era el más hablador de todos.  Su discurso apologista era bastante estridente.  Hablaba de los tiempos cuando se dedicaba a trabajar por el país.  Su dialéctica giraba en torno a la educación gratuita.  Mientras observaba el juego, quedé absorto con su discurso.

Decía el anciano: “En mis tiempos todo era distinto.  Para empezar el sistema era llamado, instrucción.  Lógicamente, porque la educación la reciben los párvulos en sus hogares con sus familias.  En las escuelas es donde está supuesto que reciban el pan de la enseñanza.  En adición, esa enseñanza era en inglés.  Bastante que abogué en aquellos días por mantener el inglés como idioma principal en las escuelas.  Yo sabía que siempre seríamos parte de los Estados Unidos, y por ende, necesitaríamos conocer y  dominar su idioma para nuestro desarrollo.  Pero nunca me escucharon y el magisterio me fustigaba por mis posturas.”  Los demás jugadores solo miraban las fichas sobre la mesa.  No aparentaban prestar mucha atención al fuero del decano.  Yo solo me preguntaba quién era aquel hombre tan ilustre.

Continuó, mientras los demás ni se inmutaban: “Si me hubieran hecho caso, si hubieran seguido mi ejemplo, el sistema educativo no estuviera tan retrasado.  Décadas después, el tiempo me da la razón.  Hoy día tenemos una población de ciudadanos americanos que no dominan su idioma principal, el inglés.  El mismo que es el idioma internacional de la educación, la cultura y los negocios.  El escenario tétrico del Puerto Rico de hoy se lo debemos a la ausencia de una sociedad bilingüe y a un sistema de instrucción mediocre.  La inmensa mayoría de los problemas sociales que nos conducen a la miseria, son a causa de la paupérrima formación que recibe el pueblo, en especial los niños.  Al final del día, mientras menos conozcan y más ignorantes sean los ciudadanos, mejor para el gobierno.  Los gobernantes se aprovechan de sus constituyentes manteniéndolos incautos y ajenos al conocimiento.  Es por eso que los currículos utilizados para medir el aprovechamiento académico de los estudiantes, carecen de muchas materias, estrategias y contenidos que fomenten el desarrollo intelectual del estudiantado.  Mucho menos fomentan el aprendizaje autodidacta, el pensamiento crítico y racional, la diversidad de conocimientos y habilidades, el desarrollo de los diferentes tipos de talentos ni la responsabilidad social individual.  Lo que tenemos es un sistema mecanizado y estandarizado;  que no considera la variedad de inteligencias existentes.  Desarrolla mentes robóticas y adoctrinadas, dirigidas y encaminadas a adentrarse en la enajenación general.  Dispuestas a sumergirse en rutinas inútiles pero que crean sentimientos de satisfacción y conformidad”.

Las fichas seguían pasando sobre la mesa.  Uno de los jugadores contaba tantos y otro los anotaba.  Yo seguía aferrado al dicho que dice que el mirón es de palo.  Me limitaba a mirar y a escuchar las sabias palabras de aquel “Juan del Pueblo”.  Proseguía mientras analizaba atentamente sus fichas: “Es por eso que en la actualidad, nadie conoce la verdadera historia de este pueblo.  Todos tienen su propia versión e interpretación de los hechos.  Nadie conoce sus próceres ni sus héroes nacionales.  La cultura se ha convertido en exclusiva para algunos sectores.  Los alumnos no conocen la vida de los ilustres hombres y mujeres con los que bautizan sus propios planteles.  Todo este sistema lo que ha provocado con el pasar de los años, es el crecimiento de la deserción escolar.  Cada vez son más los desertores escolares.  El sistema actual solo logra llevar a graduación un 60% de los estudiantes.  El otro cuarenta por ciento (40%) lo tiran a perdida.  Pero es de esperarse de un sistema tan deficiente y que se auto-sabotea con sus estrategias con poca o ninguna planificación.  Todo el andamiaje de instrucción ha demostrado su incapacidad de trabajar y manejar las múltiples necesidades del estudiantado.  Esto es obvio y sumamente palpable en las cientos de compañías pseudo-educativas registradas por el Estado para ofrecer “métodos alternativos de educación”.  Estas empresas, como toda empresa privada, solo busca el lucro a través de una necesidad existente.  Las más atractivas para los desertores que están frustrados o aburridos del sistema regular, son las que los llevan a obtener sus diplomas de cuarto año y una carrera corta en un periodo de seis a doce meses.  Todo este escenario les da la justificación perfecta para el cierre de planteles escolares.  En los últimos dos años, el Secretario ha cerrado 170 escuelas.  So pretexto de ahorros, disminución de gastos, y la excusa perfecta de la baja en la matricula, han ordenado la disminución del número de escuelas.  Lo que a todas luces, perjudica a ciertos sectores de la población con dificultades de transportación.  Ni hablar del mensaje subliminal en estos cierres, que no es otro que las prioridades son económicas y no educativas, instruccionales ni profesionales.  Vivimos un país que tiene sus prioridades invertidas.  Existen dineros, fondos y fuentes de financiamiento para eventos electorales, escoltas para ex gobernadores, pensiones del 100% para jueces, contratos millonarios para batatas políticas; pero no existe ni un centavo para el desarrollo de una estrategia de retención estudiantil ni para el mantenimiento y buen funcionamiento de las escuelas”.

Ya siento el dolor en mis rodillas del tiempo estando de pie.  Solo pienso que este hombre debe ser uno de los puertorriqueños más ilustrados de la historia.  Los demás siguen inanimados ante las fichas blancas.  Vuelven a contar y anotar las cifras de los puntos negros sumados.  El jugador erudito observa sus nuevas fichas, pero continúa: “Todo esto es resultado de la politización del sistema.  Los partidos peleándose por obtener el control de la partida mayor del presupuesto del país.  Luchando por mantener sus influencias sobre el sistema de adoctrinamiento de población por excelencia.  La agencia perfecta para atornillar a todo su sequito de ineptos e incompetentes disfrazados de doctores y profesores.  Incubando desde adentro políticas públicas con matices de política partidista, en lugar de estrategias para el desarrollo intelectual.  Pero el círculo vicioso del propio sistema funciona, a esos efectos, a la perfección.  Estamos tan ensimismados con nuestras rutinas y nuestras vidas personales, con triunfos y fracasos, que no nos percatamos que somos los principales responsables del deterioro educativo, instruccional e intelectual del país.  Somos nosotros todos, los que escogemos a los que dirigen nuestras instituciones.  Lo que hacemos es aprender a obedecer el sistema.  Somos el fruto de un Departamento de Educación sin Instrucción.  Nunca aprehendemos.  ¿Nunca aprehenderemos?  ¡Capicú!”

Ese fue el último grito que escuché antes de percatarme que había un espacio vacío en la mesa.  Los demás ancianos sentados, me miraban como si llevaran horas esperando por mí para comenzar la partida.  El bolígrafo estaba cerrado y el papel en blanco.  No me quedó más remedio que sentarme a la mesa y olvidar todo lo que pensé que había escuchado.  Al tomar las fichas no pude evitar percatarme del nombre grabado en ellas, J. B. Huyke.


¡Levántate y anda!