sábado, 6 de febrero de 2016

Remedio Atómico

por  Caronte Campos Elíseos


Hago constar que publico este escrito en este espacio en calidad de albacea del Sr. Caronte Campos Elíseos.  Dada su ausencia involuntaria y su incapacidad de publicarlo por cuenta propia,  me ha solicitado que cumpla su voluntad.  La misma es una epístola dirigida a este servidor con los detalles de su actual estado.  Sin mucho preámbulo dejo el texto íntegro para consideración de sus lectores.  Esto último no sin antes aclarar, que este servidor, Luigi Baldonis, no se solidariza con las expresiones vertidas en el contenido de la misiva, ni tengo conocimiento de los hechos relatados. 


Querido amigo Luigi Baldonis:

Hoy me encuentro en un lugar apartado, privado de libertad.  Las cuatro paredes que me rodean me parecen conocidas.  Está oscuro la mayor parte del tiempo y caluroso en extremo.  La ausencia de higiene se hace evidente en las plagas, la suciedad y el olor a heces fecales impregnado hasta en la cosa que me dan de comer.  Esto último no puede, por definición, llamarse alimento.  Me transportaron hasta aquí con el fin de curar un mal congénito que traigo en la sangre.  Me han realizado decenas de pruebas para determinar el tratamiento.  Han fabricado un voluminoso expediente con los síntomas, tratamientos, medicamentos y los resultados de dichos análisis. 

No soy el único interno, hay doce pacientes adicionales.  Conmigo sumamos trece (No es un número que genere buena suerte).  Quien escuche los gritos y gemidos, pudiera jurar que somos más de esa cantidad.  La mayoría del tiempo la pasamos en la pseudo habitación, en un catre mojado y lleno de insectos.  Uno de los doctores, de nombre Cornelio (muy apropiado por la forma en que nos trata)  me inyecta lo que él mismo llama el remedio para nuestros males.  Su sonrisa perspicaz y diabólica no es de muy buen augurio.  Según él, esta será la panacea para la principal epidemia de esta isla olvidada por “dios”.  Lo cierto es que cada vez que mi cuerpo recibe el remedio prescrito, yo me siento más cerca de las puertas del mismo infierno.

En las noches siento como el calor me quema la piel de todo el cuerpo.  El ardor me llega hasta el tuétano de los huesos.  Me encuentro en estado vegetativo.  Parezco un cadáver en proceso de cremación inducida.  Pareciera que están probando con nosotros el remedio atómico para controlar las masas.  Empero, en esos estados comatosos, he escuchado vociferar las enfermeras del lugar.  Hablan sobre una confesión en una carta inculpatoria, donde el mal llamado doctor Cornelio acepta su práctica de inyectar cáncer a sus pacientes.  Todo con el noble propósito de librar la isla de la plaga de los puertorriqueños.  Lo cierto es que ya quedamos menos pacientes.  De los trece internos originales, quedamos cinco;  algo me dice que no en muy buen estado, ni físico ni emocional.  Otro de los doctores a cargo de mi caso, me hace creer que estoy fuera de mis cabales, que padezco de mis facultades mentales y que sufro de trastornos como esquizofrenia y delirios de persecución (cosa que siempre he reconocido). 

Amigo Baldonis, te dirijo estas letras porque no tengo mucha esperanza de salir de aquí.  Quiero que si esta es mi suerte, recibas y publiques lo antes expuesto para el bienestar histórico de este pueblo.  Conociendo esta historia, podremos entender mejor la pandemia que arropa este mundo, el cáncer que nos consume.  Así, la muerte de los ocho puertorriqueños asesinados por doctores licenciados no quedara impune.  Aunque de esto último no guardo mucha fe y esperanzas.  Conociendo esta isla maldita y condenada eternamente al coloniaje, pronto olvidará estas ocho vidas sin saber siquiera sus nombres; y encontrará justificación alguna para su cruel desaparición.  Lo que no dudo ni por un segundo es, que nuestros asesinos y exterminadores serán tomados como héroes y serán premiados por sus ejecutorias en la experimentación con seres humanos.

Hasta que este pueblo incauto no decida conocer su historia sin ambages ni vendajes políticos, para así entender el presente, no tendremos claro nuestro futuro.  Seguiremos siendo, nosotros todos, las victimas pasivas de la propaganda y sugestión de masas.  Estaremos destinados a vivir merced de todos los que aludiendo a nuestro bienestar y salvación, nos consumen y corroen sin remedio alguno, como un inclemente cáncer devorador. 

¡Levántate y anda!